En la plaza del Teniente Arévalo se encuentran el Palacio Episcopal y la iglesia de San Ignacio de Loyola. Esta iglesia de los Jesuitas fue instalada en las casas de Navamorcuende, probablemente una de las más destacadas de la ciudad y debió ser similar a la del Marqués de las Navas. A principios del siglo XVII, el Cardenal Patriarca de las Indias D. Diego de Guzmán adquiriere las casas para alojamiento de los Padres de la Compañía, que ocupaban entonces la iglesia de San Gil de nuestra ciudad desde 1553, adaptando sus dependencias para su nuevo uso, siendo necesaria la construcción de un nuevo templo.
Tras la expulsión de los Jesuitas en 1767, el obispo de Ávila, D. Miguel Fernando Merino, destina el edificio a Palacio Episcopal y en la iglesia constituye una nueva parroquia, que llevará por nombre Santo Tomé el Nuevo.
La iglesia lleva exteriormente ventanas geminadas, iguales a las del resto del palacio de los Dávila y una sola portada de sillería almohadillada enmarcada por pilastras jónicas y rematadas por un frontón triangular truncado y una gran ventana, también de sillería almohadillada. La iglesia remata sus pies con una burda torre cuadrangular rematada por un campanario encalado y en la cabecera un ábside de muy poco valor.
El interior de la iglesia es sencillo, de planta de tres naves rematadas por sus respectivos ábsides, con cúpula y sin crucero. Sobre las naves laterales se encuentran unas tribunas y sobre los pies de la iglesia el coro. Conserva actualmente el retablo barroco de la capilla mayor, otros dos situados en los ábsides laterales, además de otros dos en los muros laterales. A pesar de sus transformaciones sus muros y algunos de sus huecos son testimonio de un uso como casa nobiliaria.